Resumen de la homilía de nuestro Arzobispo Don Javier en la Eucaristía celebrada en la S.I Catedral el domingo 16 de febrero de 2014





Queridísima Iglesia del Señor, Esposa de Jesucristo, muy queridos sacerdotes concelebrantes, queridos hermanos:

Saludo también de una manera especial a la Coral “Rorate Caeli”, de Santa Fe, que hoy nos acompaña y nos ayuda a vivir con más gusto esta Eucaristía.

Dios es la Belleza Suma, y el Bien Sumo, es decir, el Amor Sumo, porque el bien más grande de la vida es el amor y Dios es la Verdad Suma. Cuando digo estas tres cosas, no estoy diciendo que Dios sea un ser que vive en algún sitio al estilo de “La guerra de las galaxias”, que es como nos lo solemos imaginar nosotros, y que es un ser muy bello y que es un ser muy verdadero, y que es un ser muy justo, y todos los atributos que queráis ponerle. No. Eso significa: porque el mundo existe en Dios. Eso lo sabía cualquier cristiano de los de antes estudiándose el Catecismo, cuando se preguntaba “¿dónde está Dios?”, y la respuesta era “en todas partes”: por esencia, presencia y potencia. ¿pero eso qué significa? Que Dios no está fuera del mundo, el mundo está dentro de Dios. Y que todo lo que hay en el mundo, todas las realidades, incluyéndonos a nosotros mismos, todo, participa de un modo o de otro del Ser de Dios. Y participa del Bien que Dios es, y participa de la Belleza de Dios. No hay belleza en este mundo, no hay bien en este mundo, no hay verdad en este mundo que no participe de esa Verdad infinita que es Dios. Y de esa Belleza infinita, que es Dios. Porque hemos separado -el hombre moderno ha separado- la verdad, y el bien, y la belleza, y la verdad la ha usado para la ciencia y se ha quedado una verdad muy fría, muy seca. Y ha separado también la belleza de funambulismo lleno de piruetas sin fin y sin objeto, y sólo cuando se unen las tres de nuevo y uno puede descubrir justamente y eso se lo debemos a Jesucristo. Pero Jesucristo nos ha hecho comprender que Dios es luz y en Él no hay tiniebla alguna, que Dios es amor. No sólo que tiene amor o que tiene entrañas de misericordia, es decir, no sólo que es un ser como nosotros, pero más perfecto, sino que Dios es el Amor, un amor sin límites.
Eso es sólo para retomar algo de un abismo al que es bellísimo asomarse, y al que es hermosísimo arañar un poco, en ese misterio, pero que es un misterio que ilumina, nuestro propio misterio, el misterio que somos nosotros mismos, la vida nuestra, y yo no quiero privaros de que os podáis asomar.Pero el aspecto que parece necesario subrayar hoy es que Dios es la verdad. Y eso significa sencillamente que si hay algo que Dios no tolera junto a Sí es la mentira. Y las lecturas de hoy nos hablan de la ley de Dios, y de la ley de Dios como sabiduría, para conducirnos en la vida, y eso empalma con las lecturas de la semana pasada que yo decía “la ley de Dios es luz, luz que ilumina nuestros pasos en el camino de la vida, luz sobre la vida, la realidad de las cosas de la vida, sobre el valor de las cosas de la vida, desde los espacios y el tiempo hasta el valor de las cosas: la comida, el dinero, el trabajo, la salud, las relaciones humanas, todo, a la luz del Dios que es luz y del Dios que es amor, tiene como su puesto en la vida, cuando falta esa clave, muchas de esas relaciones y muchas de esas cosas se invierten, y adquieren valores". Cómo se nota la falta de Dios en nuestro mundo, en el modo de mirar a la muerte. Primero en la falta de palabras que un hombre o mujer moderna tienen en el lecho de la muerte que no se sabe que decir. Uno descubre que no se tiene el sentido de la vida porque si ante la muerte nos quedamos absolutamente en silencio parece que entendemos la vida como el bien supremo y la salud del bien supremo, y muchas veces hasta lo decimos, teniendo salud todo da igual. Se puede tener de todo y ser un pobre desgraciado; Dios es verdad, y el conocimiento de la verdad, la sabiduría, por eso la ley de Dios y el camino que nos muestra es sabiduría para ésta vida, para comprendernos a nosotros mismos y el mundo, el bien y la belleza de las cosas, dando gracias a Dios por cualquier bien. Una sonrisa, una mano tendida, un gesto de afecto, de perdón de misericordia nos hace crecer porque nos acerca a la imágen y semejanza de Dios. Muchas veces entendemos una serie de obligaciones que hay que cumplir para quedar bien; igual que quedamos bien con los vecinos o con el jefe de mi marido o con la familia política hay que quedar un poco bien con Dios, y nosotros cumplimos pero nuestro corazón está en otra parte, y la vida es distinta cuando las cosas nacen del corazón, lo que hay que cambiar es nuestro corazón al corazón de Dios para que se parezca un poquito más al suyo y nos enseñe a querer mejor, a mirar la vida, a las personas con un afecto parecido a cómo Dios nos mira a nosotros, desde ahí uno hace lo que puede y mete la pata mil veces. Dios nunca trata mal a un pecado, pero no soporta la mentira, parecer que somos lo que no somos. De esas personas que van por la vida presumiendo de malas, se puede uno fiar, pero del que no me fio yo un pelo es es de los que van por la vida presumiendo de buenos. Caer mil veces no pasa nada si pedimos al Señor: SEÑOR, HAZ MI CORAZÓN MÁS BUENO, HAZ QUE SEPA MIRAR DESDE TÍ MÁS LAS COSAS, LAS PERSONAS, PODER QUERER A LAS PERSONAS COMO TÚ LAS QUIERES. Alguien definió la castidad coomo: Virtud para querer a los demás y no de expoliarlos, y no de robarles. Una definición ideal: UNO ROBA ALGO CUANDO UNO MIRA DE MALA MANERA A OTRO SER HUMANO SEA EL QUE SEA, CUANDO MIRA A OTRO SER HUMANO COMO UN OBJETO DE POSESIÓN. Pasa lo mismo en el matrimonio; hay que aprender a quererse aproximándose al corazón de Dios, pidiéndole que juntos nos pueda el Señor ir enseñando esa forma de afecto, de mirada, de relación humana llena de sabiduría, que proviene de la verdad del Dios amor entregado a sí mismo por nuestra vida y del cuál nosotros somos imágen y permite que el drama de nuestra vida no sea una tragedia sino que pueda ser vivido con gratitud, alegría y gozo en la belleza de vivir, como un don precioso que no termina con la muerte sino que desemboca en la VIDA ETERNA DE DIOS.


GRACIAS POR ESE Y POR TODOS LOS DONES QUE EL SEÑOR NOS DA, POR EL DON DE LA EUCARISTÍA QUE NOS HACE PARTÍCIPES DE SU MISMA VIDA Y VAMOS A PEDIRLE QUE NOS ENSEÑE A QUERERNOS, QUE PARA ESO NOS HA DADO ÉL LA VIDA Y QUE ESO, ES LO QUE HACE NUESTRA VIDA BELLA.


+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada


S.I Catedral de Granada

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